16/11/2024

Kant y la crítica de la razón pura (y IV): la Dialéctica transcendental

 

En la Dialéctica trascendental, Kant da respuesta a la pregunta de si son posibles los juicios sintéticos a priori en metafísica. Por lo que ya hemos visto, la respuesta ha de ser negativa, porque la metafísica se refiere a realidades que no se perciben por los sentidos, a realidades de las que no tenemos intuiciones sensibles, y por eso para Kant la metafísica no es posible como ciencia. En efecto, de acuerdo con lo expuesto a lo largo de la Crítica de la razón pura, si no tenemos experiencia sensorial de las cuestiones que trata la metafísica no pueden ser objeto de la razón especulativa, o, dicho de otro modo, las realidades suprasensibles no pueden ser demostradas por la razón, pero esto no significa que haya que descartarlas por inexistentes, sino que pertenecen a otros campos diferentes de la ciencia, como la ética y la religión.

Puede decirse que Kant, con esta tesis, refuta a los filósofos anteriores, especialmente a los racionalistas, que habían construido sistemas especulativos que daban respuestas ciertas en cuestiones metafísicas sin tener en cuenta la experiencia sensible. Pero como ya hemos adelantado, Kant no destruye el objeto de la metafísica, sino que establece límites a lo que puede ser tratado por la razón y lo que no, y lleva a cabo un deslinde en lo que corresponde a la ciencia especulativa y lo que corresponde a la ética. Lo cual no va en absoluto en detrimento de la ética y de la religión, porque a lo que pone freno Kant es al intento de los filósofos anteriores de invadir el espacio de la moralidad y de la religión mediante una construcción teórica que llevaba a demostrar objetos que, de acuerdo con lo que se ha expuesto hasta ahora de su teoría, no es legítimo puesto que se trata de realidades suprasensibles y solo podemos conocer lo que percibimos por los sentidos a través del espacio y el tiempo.

Kant llama a la dialéctica lógica de la ilusión1, en tanto que la considera el tratamiento crítico del razonar falso, y denomina dialéctica trascendental a la crítica del entendimiento por su intento de proporcionar conocimiento sobre cosas suprasensibles. Es una tendencia natural de la razón llevar el uso de las categorías más allá del espacio y el tiempo, para dar respuestas a cuestiones metafísicas. A esas respuestas incorrectas obtenidas por aplicar las categorías a las realidades suprasensibles Kant las denomina ilusión trascendental.

En la Analítica trascendental hemos visto como Kant deduce las categorías a partir de la forma de los juicios. En la Dialéctica trascendental, Kant identifica las ideas de la razón pura a partir de las modalidades de inferencia silogística, es decir, de los diferentes mecanismos de deducción mediante silogismos.

A partir de la estructura del silogismo (premisa mayor, premisa menor y conclusión), Kant intenta llegar a lo absoluto e incondicionado buscando la condición de verdad de la premisa mayor a partir de otro silogismo -prosilogismo le llama- cuya conclusión sea la premisa mayor, y así sucesivamente, en un proceso ascendente, hasta llegar a una condición última que sea incondicionada, que es una máxima lógica, es decir, un principio o una regla de la razón pura2.

Para Kant hay tres tipos de inferencia silogística: el silogismo categórico, el silogismo hipotético y el silogismo disyuntivo. Aplicando la serie ascendente a cada uno de ellos se llega a un principio incondicionado de la razón pura. Si la aplicamos a los silogismos categóricos, se llegará a un concepto de algo que siempre es sujeto y nunca predicado, que es el yo pensante e incondicionado; si lo hacemos a los silogismos hipotéticos, llegaremos a un presupuesto último que no presuponga nada distinto de sí, que es el mundo, como la totalidad de las secuencias causales de los fenómenos; y si lo aplicamos a los silogismos disyuntivos, encontramos la unidad incondicionada en la forma de condición de la posibilidad de todo lo pensable, que es Dios. Dice Kant:

Todos los conceptos puros tienen que ver con la unidad sintética de las representaciones, pero los conceptos de la razón pura (las ideas trascendentales) tienen que ver con la unidad sintética condicionada de todas las condiciones. Consiguientemente, todas las ideas trascendentales podrán reducirse a tres clases: la primera de ellas incluirá la unidad absoluta (incondicionada) del sujeto pensante; la segunda, la unidad absoluta de la serie de las condiciones del fenómeno: la tercera, la unidad absoluta de la condición de todos los objetos del pensamiento en general.

El sujeto pensante es el objeto de al psicología; el conjunto de todos los fenómenos (el mundo) es el objeto de la cosmología, y la cosa que encierra la suprema condición de la posibilidad de cuanto podemos pensar (el ser de todos los seres) constituye el objeto de la teología. Así pues, la razón pura suministra la idea de una doctrina trascendental del alma (psychologia rationalis), de una ciencia trascendental del mundo (cosmologia rationalis) y, finalmente, de un conocimiento trascendental de Dios (Theologia trascendentalis).3

Pero ninguna de estas ideas son fenómenos, porque no forman parte de lo empírico, de modo que no pueden sernos dados por experiencia. Si la razón intenta demostrar la existencia de esas ideas, no actúa legítimamente porque no tenemos conocimiento intuitivo de ellas, e incurre en lo que Kant denomina sofisma, que es la antinomia de la inferencia racional. Se trata de silogismos carentes de premisas empíricas por lo que deducimos algo de lo que no tenemos concepto y a lo que concedemos realidad objetiva debido a una ilusión inevitable que deriva de la propia naturaleza de la razón humana4. Kant demuestra el mal uso de la razón exponiendo la falacia en que incurren las inferencias sobre la idea del alma explicando los paralogismos, las inferencias sobre la idea de mundo por medio de las antinomias; y las inferencias sobre la idea de Dios refiriéndose al ideal de la razón pura.

Kant distingue entre el paralogismo lógico y el paralogismo trascendental:

El paralogismo lógico es una incorrección del silogismo desde el punto de vista de su forma, sea cual sea su contenido. Un paralogismo trascendental posee un fundamento trascendental consistente en que induce a inferencias formalmente incorrectas. Así, pues, semejante falacia tiene que basarse en la naturaleza de la razón humana y conllevar una ilusión inevitable, aunque no insoluble.5

A continuación, expone cuatro paralogismos. El primero (paralogismo de la substancialidad6) es el siguiente:

Sustancia es aquello cuya representación constituye el sujeto absoluto de nuestros juicios, aquello que no puede, por tanto, ser empleado como determinación de otra cosa.

Yo, en cuanto ser pensante, soy el sujeto absoluto de todos mis juicios posibles, pero esta representación de mí mismo no puede ser usada como predicado de otra cosa

Consiguientemente, yo, en cuanto ser pensante (alma) soy sustancia.

Para Kant, el sofisma que constituye el paralogismo consiste en que el término medio sujeto tiene un sentido diferente en cada premisa. En la premisa mayor significa sujeto pensante, mientras que en la premisa menor significa algo que no puede ser pensado como un objeto en el espacio y en el tiempo.

El segundo paralogismo (paralogismo de la simplicidad7) es el siguiente:

Una cosa cuya acción nunca puede ser considerada como la concurrencia de varios agentes es simple.

Ahora bien, el alma, o yo pensante, es una cosa de esta índole. Por consiguiente....8

La clave del argumento se encuentra en la proposición un pensamiento solo puede ser efecto de la absoluta unidad del ser pensante, que no puede proporcionarnos la experiencia y que es errónea porque el ser pensante no es un concepto, sino un presupuesto del tener y del usar conceptos.

El tercer paralogismo (paralogismo de la personalidad9) dice así:

Lo que es consciente de la identidad numérica de sí mismo en tiempos distintos es persona.

Ahora bien, el alma....10

Luego, el alma es persona.

Kant refuta la inferencia afirmando que la unidad de la autoconciencia no excluye la posibilidad de varias sustancias anímicas que se transmitieran sucesivamente su estado y su conciencia.

Y el cuarto paralogismo (paralogismo de la idealidad-de la relación externa11) se enuncia así:

Aquello cuya existencia solo puede ser inferida como causa de percepciones dadas posee una existencia meramente dudosa.

Ahora bien, todos los fenómenos externos son de tal índole, que su existencia no es inmediatamente percibida, sino que solo pueden ser inferidos como causa de percepciones dadas.

Por consiguiente, la existencia de todos los objetos de los sentidos externos es dudosa.

A esto, Kant responde que

toda percepción externa demuestra inmediatamente algo real en el espacio, o más exactamente, es lo real mismo y, en tal sentido, el realismo empírico está fuera de toda duda. Es decir, hay algo real en el espacio que corresponde a nuestras intuiciones externas.12

Para introducir el estudio de las antinomias, Kant hace una primera distinción entre la tética y la antitética:

Si llamamos tética a todo el conjunto de doctrinas dogmáticas, entiendo por antitética, no las afirmaciones dogmáticas en favor de lo contrario, sino aquel conflicto de conocimientos aparentemente dogmáticos (thesi cum antithesi) en el que no se concede mayor plausibilidad a ninguna de las dos posiciones.13

El resultado de aplicar los principios de la razón más allá de los límites de la experiencia son tesis pseudorracionales, que están libres internamente de cualquier contradicción y que las condiciones de su necesidad se encuentran en la razón misma.

El problema reside, desgraciadamente, en que la tesis opuesta tiene en su favor unos fundamentos que gozan de la misma validez y necesidad.14

En la búsqueda de lo incondicionado en el mundo, la razón pura llega a conclusiones que son contradictorias entre sí. Según Kant, hay cuatro antinomias:

La primera antinomia de la razón pura dice así:

Tesis: El mundo tiene un comienzo en el tiempo y con respecto al espacio, está igualmente encerrado entre límites

Antítesis: El mundo no tiene comienzo, así como tampoco límites en el espacio. Es infinito tanto del tiempo como del espacio.15

La segunda antinomia de la razón pura expresa lo siguiente:

Tesis: Toda sustancia compuesta consta de partes simples y no existe más que lo simple o lo compuesto de lo simple en el mundo

Antítesis: Ninguna cosa compuesta consta de partes simples y no existe nada simple en el mundo.16

La tercera antinomia de la razón pura17 es la siguiente:

Tesis: La causalidad según leyes de la naturaleza no es la única de la que pueden derivar los fenómenos todos del mundo. Para explicar éstos nos hace falta otra causalidad por libertad.

Antítesis: No hay libertad. Todo cuanto sucede en el mundo se desarrolla exclusivamente según leyes de la naturaleza.

Y la cuarta antinomia de la razón pura18 dice lo siguiente:

Tesis: Al mundo pertenece algo que, sea en cuanto parte suya, sea en cuanto causa suya, constituye un ser absolutamente necesario.

Antítesis: No existe en el mundo ningún ser absolutamente necesario, comotampoco existe fuera de él en cuanto causa suya.

El ideal de la razón pura, o ideal trascendental, es la idea de la suma total de todos los predicados posibles y contiene a priori los datos de todas las posibilidades particulares. La idea del ser perfectísimo es, en la teología especulativa, la idea del ser realísimo:

Así pues, el modo natural de proceder de la razón humana es éste. Primero llega al convencimiento de que existe algún ser necesario. En éste reconoce una existencia incondicionada. Luego busca el concepto de lo que es independiente de toda condición y lo encuentra en aquello que constituye, a su vez, la condición suficiente de todo lo demás, es decir, en aquello que contiene toda realidad. Pero el todo ilimitado es una realidad absoluta, e implica el concepto de un ser particular, es decir, el concepto del ser supremo. De ello infiere que éste, en cuanto fundamento primario de todas las cosas, existe de modo absolutamente necesario.19

Desde el punto de vista de las causas, la tendencia natural de la mente humana es considerar que si todas las cosas tiene su causa, alguna tiene que ser la causa última:

¿Dónde situaremos, pues, la causalidad última con más razón que donde se halla también la causalidad suprema, es decir, en aquel ser que contiene en sí originariamente la suficiencia en relación con el efecto posible y cuyo concepto se produce también con gran facilidad mediante el único rasgo de una perfección omnicomprensiva? Esta causa suprema la consideramos después como absolutamente necesaria debido a que nos parece absolutamente necesario elevarnos hasta ella, y no hallamos razones para seguir ascendiendo más alto de la misma. De ahí que veamos en todos los pueblos, incluso a través de su más ciego politeísmo, algunos destellos del monoteísmo. Y no es que hayan llegado a él por reflexión o por una honda especulación, sino por un proceso natural del entendimiento común, un proceso que ha ido volviéndose cada vez más comprensible.20

Kant clasifica los modos empleados para demostrar la existencia de Dios mediante la razón especulativa y encuentra que pueden reducirse a tres: la demostración físicoteológica, con la que por el conocimiento empírico del mundo mediante las leyes de la causalidad se llega hasta la causa suprema fuera del mundo; la demostración cosmológica, basada en la experiencia de alguna existencia; y la demostración ontológica, que prescindiendo de toda experiencia determina a priori partiendo de simples conceptos la existencia de una causa suprema21. Kant considera vano el intento de rebasar el mundo sensible con el poder de la simple especulación, y que no se llega a ningún resultado positivo ni por el camino empírico ni por el camino trascendental.

Kant comienza la crítica por el argumento ontológico, que se basa en una existencia necesaria, que no se puede negar. Lo que se plantea es si es posible concebir algo absolutamente necesario, y argumenta que no es contradictoria la idea de un ser necesario meramente posible, porque para pensar un ser así basta con eliminar mentalmente su existencia:

Si suprimimos su existencia, suprimimos la cosa misma con todos sus predicados. (…) “Dios es omnipotente” constituye un juicio necesario. No podemos suprimir la omnipotencia si ponemos una divinidad, es decir, un ser infinito, ya que el concepto de lo uno es idéntico al de lo otro. Pero si decimos que Dios no existe no se da ni omnipotencia ni ninguno de sus predicados restantes, ya que todos han quedado eliminados juntamente con el sujeto, por lo cual no aparece en este pensamiento contradicción alguna.22

El argumento cosmológico para Kant es el siguiente:

Si algo existe, tiene que existir también un ser absolutamente necesario. Ahora bien, existo al menos yo. Por consiguiente, existe un ser absolutamente necesario.23

Una de las tesis básicas de Kant es que solo podemos inferir una causa a partir de algo que sucede en la experiencia. Pero carece de sentido, dice Kant invocar una causa que se encuentra fuera del espacio y del tiempo.

El argumento físicoteológico deriva la existencia de Dios de las cosas de este mundo, su naturaleza y su orden, en tanto que los procesos de la naturaleza tienen fines, que están ordenados por un ser superior. Para Kant

De acuerdo con este razonamiento, la finalidad y la armonía de tantas cosas de la naturaleza tendría que demostrar solo la contingencia de la forma, pero no la materia, esto es, de la substancia en el mundo. En efecto, para demostrar lo último haría falta poder demostrar que las cosas en el mundo serían en sí mismas inservibles para ese orden y armonía según leyes universales en el caso de que no fuesen en su substancia misma producto dela sabiduría suprema. (…) Lo más que podría, pues, demostrar la prueba sería, no un creador del mundo, a cuya idea todo estuviera sometido, sino un arquitecto del mundo que estaría siempre muy condicionado por la aptitud de la materia que trabajara.24

Kant eleva su crítica a toda teología fundada en principios especulativos de la razón25, prque todas las tentativas de una razón meramente especulativa en relación con la teología son meramente estériles, y no hay teología racional si no se basa en principios morales. El análisis especulativo exige una ampliación de nuestro conocimiento más allá de los límites de la experiencia para acceder a un ser supremo, lo que es inviable.

No se puede demostrar según Kant la existencia de Dios por la razón especulativa, ni tampoco su inexistencia por exactamente los mismos motivos. Recordemos lo dicho anteriormente sobre que lo que pretende Kant es expulsar a los filósofos del campo reservado a la moral y la religión, y que es un exceso introducir a la razón especulativa en un terreno en que no hay intuición en el espacio y tiempo y que es el espacio de la religión y de la moral. Lo que dice Kant es que no podemos aplicar las categorías a Dios, porque no pueden representarlo, de modo que solo podemos pensarlo por signos, signo de algo que desconocemos. Si entramos a Dios en las categorías es introducirlo en el mundo sensible.

No cabe el uso especulativo en metafísica, porque las ideas que la constituyen son indemostrables, por lo que Kant descarta el uso constitutivo de la metafísica, pero como no podemos tampoco negar lógicamente objetos como el alma y Dios, Kant abre paso al uso regulador de la metafísica, que es un uso legítimo que permite ordenar y unificar el conocimiento sin afirmar la existencia de nada ajeno a la experiencia. Se actúa como si los objetos de las ideas metafísicas existieran, porque el conocimiento tiende hacia estas ideas:

(…) tenemos que considerar (en relación con la teología) todo aquello que solo puede formar parte del contexto de la experiencia posible como si esta constituyera una unidad absoluta, pero enteramente dependiente y siempre condicionada dentro del mundo sensible y, al mismo tiempo, como si el conjunto de todos os fenómenos (el mundo sensible mismo) tuviera un único fundamento único y omnisciente fuera de cuanto abarca, es decir, una razón que fuese, por así decirlo, independiente, originaria y creadora (…).26

___________________________________________________

1 Immanuel Kant: Crítica de la razón pura, pág. 275. Editorial Gredos. Barcelona 2017.

2 id., pág. 296.

3 id., págs. 298-299.

4 id., pág. 302.

5 id., pág. 304.

6 id., págs. 308-309.

7 id., págs. 310-315.

8 Kant no acaba la frase por considerar obvia la conclusión. Debe entenderse el alma es simple.

9 id., págs. 315-318.

10 Igual que la nota 8: ha de entenderse el alma es consciente de la identidad numérica de sí mismo en tiempos distintos.

11 Crítica..., op. cit., págs. 318-326.

12 id., pág. 323.

13 id., pág. 364.

14 id.

15 id., pág. 367.

16 id., pág. 372.

17 id., pág. 378.

18 id., pág. 384.

19 id., pág. 462.

20 id., pág. 464.

21 id.

22 id., pág. 466.

23 id., pág. 472.

24 id., págs. 484-485.

25 id., pág. 487.

26 id., pág. 511.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Schelling, el Yo absoluto

  Friedrich Wilhelm Joseph von Schelling (1775-1854) es un representante del idealismo alemán. Fue hijo de un pastor protestante que a la ed...