15/11/2025

Nietzsche I. La verdad es una invención del género humano para vivir en sociedad

Friedrich Wilhelm Nietzsche (1844-1900), nació en Röcken, Sajonia, entonces perteneciente al reino de Prusia. Era hijo de un pastor protestante, en una familia de honda raigambre religiosa y con interés por el estudio. Desde muy pequeño mostró un gran sentido del deber y unas convicciones religiosas impropias de su edad. Cuando tenía cinco años falleció su padre de una enfermedad cerebral, y al poco, su hermano pequeño, quedando Nietzsche al cuidado de una familia solo integrada por mujeres.

Mediante una beca ingresó en el internado de la fundación Pforta, uno de los mejores colegios de Alemania en el que habían estudiado Fichte, Schlegel y Novalis, donde recibió una gran formación humanística. Siguiendo la tradición familiar, inició los estudios de teología en la Universidad de Bonn y también los de filología clásica por el gran interés despertado en Pforta. En esta materia tuvo como docente a Friedrich Ritschl, que le llevó a abandonar los estudios de teología y centrarse en los de filología, para lo que siguió al profesor hasta la universidad de Leipzig.

Existen testimonios contradictorios sobre el tipo de vida que llevó durante su época universitaria. Unos hablan de una vida disipada que le llevó a contraer la sífilis, y otros de una vida muy recatada, siempre como un gran entusiasta de la música. Se ha dicho repetidamente que su locura final y muerte fueron debidas a la sífilis contraída en aquella época, pero estudios recientes relacionan sus problemas psiquiátricos con la enfermedad mental que de forma prematura causó la muerte a su padre1.

Dedicado exclusivamente a la filología clásica, publicó numerosos estudios en esta materia. Un hecho determinante para su devenir posterior fue el hallazgo en una librería de viejo de un ejemplar de El mundo como voluntad y representación2 de Schopenhauer, cuya lectura le cautivó, le convirtió en un ferviente seguidor de las tesis schopenhauerianas y desató en él el interés por la filosofía que a partir de entonces le acompañaría siempre.

Estuvo una temporada en el ejército, pero una grave caída de caballo le devolvió a casa y después, de nuevo, a la universidad de Leipzig. Hizo entonces amistad con Wagner que se le presentó como un artista excepcional llamado a superar la decadencia cultural y política de Europa en aquel momento.Tuvo una especial relación con Cósima Liszt, la esposa de Wagner, parece que solo de carácter intelectual. Antes de los veinticinco años obtuvo una cátedra de filología en Basilea.

Su primer libro es El nacimiento de la tragedia. Helenismo y pesimismo3, publicado en 1872, que fue mal recibido por la élite universitaria porque en él se destaca el lado oscuro de la cultura griega. Con la publicación en 1878 de Humano, demasiado humano4, un libro de aforismos en que desmitifica los valores y creencias humanos, rompió con Wagner que volvía al cristianismo con Parsifal.

Los problemas de salud le acompañaron toda su vida, hasta el punto de obligarlo a abandonar la universidad de Basilea en 1879 por agotamiento, dolores de cabeza, vómitos y ceguera, de la que obtuvo una pequeña pensión. A partir de entonces, viajó a menudo entre Francia, Italia y Suiza (Sils-Maria) buscando un clima que aliviara su enfermedad, en un período en que se desarrolla su mayor producción literaria: El viajero y su sombra5 (1879); Aurora6 (1881); La gaya ciencia7 (1882); Así habló Zaratustra8 (1883); Más allá del bien y del mal9 (1886); La genealogia de la moral 10(1887); El crepúsculo de los ídolos (1888); y El anticristo11 (1888).

A finales de 1888 aparecieron los primeros signos de locura. Es muy conocido el incidente que se produjo en una plaza de Turín cuando abrazó llorando a un caballo que su amo golpeaba. Se mantuvo hasta su muerte en un estado crónico de parálisis mental y pérdida de conciencia al cuidado de su madre, y después, de su hermana Elisabeth.

El pensamiento de Nietzsche sobre la verdad atraviesa tres etapas:

  1. La etapa inicial, en que se detecta la influencia de Schopenhauer y la obra más importante es Sobre verdad y mentira en sentido extramoral 12(1873). La verdad es una construcción lingüística en la que el ser humano inventa palabras, metáforas y conceptos que deforman la realidad, de modo que el lenguaje no refleja el mundo, sino que lo crea simbólicamente, y lo que llamamos verdad son convenciones útiles para vivir en sociedad. La verdad aparece entonces como una invención humana.

  2. En la etapa intermedia, que corresponde con las obras Humano, demasiado humano, Aurora y La gaya ciencia, Nietzsche considera que la razón no puede conducir a una verdad universal. Lo que se plantea es el origen del deseo de verdad, a lo que responde que es una manifestación de la voluntad de poder.

  1. En la etapa madura, que representan las obras Así habló Zaratustra, Más allá del bien y del mal y La genealogía de la moral, para Nietzsche toda forma de conocimiento es una perspectiva, y no hay un punto de vista absoluto fuera de la vida, lo que le lleva a afirmar que

    Contra el positivismo, que se queda en el fenómeno «sólo hay hechos», yo diría, no, precisamente no hay hechos, sólo interpretaciones. No podemos constatar ningún factum «en sí»: quizás sea un absurdo querer algo así. «Todo es subjetivo», decís vosotros: pero ya eso es interpretación, el «sujeto» no es algo dado sino algo inventado y añadido, algo puesto por detrás.— ¿Es en última instancia necesario poner aún al intérprete detrás de la interpretación? Ya eso es invención, hipótesis.13

El opúsculo Sobre verdad y mentira en sentido extramoral, en que por primera vez aborda el origen y el valor de la verdad, fue publicado en 1903, después de la muerte de Nietzsche. En esta obra, dividida en dos secciones, la primera en que critica el lenguaje y la idea de la verdad y la segunda donde pone de relieve la importancia de la creación artística, muestra que lo que se llama verdad no es una representación objetiva del mundo sino una construcción social y lingüística basada en convenciones. Lo que cuestiona Nietzsche es el mismo concepto de verdad.

Nietzsche comienza su exposición mostrando la irrelevancia del conocimiento humano en el universo:

    En algún apartado rincón del universo centelleante, desparramado en innumerables sistemas solares, hubo una vez un astro en el que animales inteligentes inventaron el conocimiento. Fue el minuto más altanero y falaz de la “Historia Universal”: pero, a fin de cuentas, sólo un minuto. Tras breves respiraciones de la naturaleza, el astro se heló y los animales inteligentes hubieron de perecer. Alguien podría inventar una fábula semejante pero, con todo, no habría ilustrado suficientemente cuán lastimoso, cuán sombrío y caduco, cuán estéril y arbitrario es el estado en el que se presenta el intelecto humano dentro de la naturaleza. Hubo eternidades en las que no existía; cuando de nuevo se acabe todo para él no habrá sucedido nada, puesto que para ese intelecto no hay ninguna misión ulterior que conduzca más allá de la vida humana.14

Para todos los seres el conocimiento es una forma de afirmación de sí mismos y una manifestación de su poder, pero es un recurso de los débiles:

    Es digno de nota que sea el intelecto quien así obre, él que, sin embargo, sólo ha sido añadido precisamente como un recurso de los seres más infelices, delicados y efímeros, para conservarlos un minuto en la existencia, de la cual, por el contrario, sin ese aditamento tendrían toda clase de motivos para huir tan rápidamente como el hijo de Lessing.15

El orgullo de poseer un intelecto que les permite conocer hace que los hombres se engañen sobre el valor de la existencia, puesto que el intelecto proporciona la más aduladora valoración sobre el conocimiento mismo. El intelecto es entonces un medio de conservación del individuo, y su función principal es fingir, que es el medio por el que sobreviven los individuos débiles.

    En los hombres alcanza su punto culminante este arte de fingir; aquí el engaño, la adulación, la mentira y el fraude, la murmuración, la farsa, el vivir del brillo ajeno, el enmascaramiento, el convencionalismo encubridor, la escenificación ante los demás y ante uno mismo, en una palabra, el revoloteo incesante alrededor de la llama de la vanidad es hasta tal punto regla y ley, que apenas hay nada tan inconcebible como el hecho de que haya podido surgir entre los hombres una inclinación sincera y pura hacia la verdad. Se encuentran profundamente sumergidos en ilusiones y ensueños (...).16

En el estado natural, el individuo, en la medida en que se quiere mantener frente a los demás individuos, utiliza el intelecto y la mayor parte de las veces solamente para fingir. No obstante, puesto que el hombre desea existir en sociedad y quiere evitar un estado de guerra total con los otros necesita un acuerdo que puede ser el primer paso para la consecución de la verdad. Entonces se determina lo que partir de entonces ha de ser verdad, y se origina por primera vez el contraste entre verdad y mentira.

    El mentiroso utiliza las designaciones válidas, las palabras, para hacer aparecer lo irreal como real; dice, por ejemplo, “soy rico” cuando la designación correcta para su estado sería justamente “pobre”. Abusa de las convenciones consolidadas haciendo cambios discrecionales, cuando no invirtiendo los nombres. Si hace esto de manera interesada y que además ocasione perjuicios, la sociedad no confiará ya más en él y, por este motivo, lo expulsará de su seno. Por eso los hombres no huyen tanto de ser engañados como de ser perjudicados mediante el engaño; en este estadio tampoco detestan en rigor el embuste, sino las consecuencias perniciosas, hostiles, de ciertas clases de embustes.17

    La actitud del hombre respecto a la verdad es muy limitada: la desea por sus consecuencias agradables porque mantienen la vida, pero es indiferente al conocimiento puro e incluso hostil frente a las verdades susceptibles de efectos perjudiciales o destructivos. Cabe preguntarse si el lenguaje, que es una convención, expresa adecuadamente la realidad, en el sentido de si concuerdan las designaciones y las cosas.

¿Qué es una palabra? La reproducción en sonidos de un impulso nervioso. Pero inferir además a partir del impulso nervioso la existencia de una causa fuera de nosotros, es ya el resultado de un uso falso e injustificado del principio de razón.18

    Nietzsche denuncia la arbitrariedad y la parcialidad de las designaciones que hace el lenguaje, y señala como dato que los diferentes lenguajes, comparados unos con otros, ponen en evidencia que con las palabras jamás se llega a la verdad ni a una expresión adecuada pues, en caso contrario, no habría tantos lenguajes. La verdad pura, la cosa en sí, es totalmente inalcanzable. Además, el lenguaje se limita a designar las relaciones de las cosas con respecto a los hombres y para expresarlas apela a las metáforas más audaces.

Creemos saber algo de las cosas mismas cuando hablamos de árboles, colores, nieve y flores y no poseemos, sin embargo, más que metáforas de las cosas que no corresponden en absoluto a las esencias primitivas.19

Veamos cómo se forman los conceptos. Una palabra se convierte en concepto en tanto que no se ha de limitar a representar la experiencia individual a la que debe su origen, sino que debe encajar al mismo tiempo con innumerables experiencias más o menos similares, jamás idénticas estrictamente hablando. Es decir, ha de representar casos puramente diferentes.

Todo concepto se forma por equiparación de casos no iguales. Del mismo modo que es cierto que una hoja no es igual a otra, también es cierto que el concepto hoja se ha formado al abandonar de manera arbitraria esas diferencias individuales, al olvidar las notas distintivas, con lo cual se suscita entonces la representación, como si en la naturaleza hubiese algo separado de las hojas que fuese la “hoja”, una especie de arquetipo primigenio a partir del cual todas las hojas habrían sido tejidas, diseñadas, calibradas, coloreadas, onduladas, pintadas, pero por manos tan torpes, que ningún ejemplar resultase ser correcto y fidedigno como copia fiel del arquetipo.20

La omisión de lo individual y de lo real nos proporciona el concepto aunque naturaleza no entiende de conceptos, ni de formas ni de géneros. La formación del concepto no procede de la esencia de las cosas, porque el origen del lenguaje no sigue un proceso lógico.

¿Qué es entonces la verdad? Una hueste en movimiento de metáforas, metonimias, antropomorfismos, en resumidas cuentas, una suma de relaciones humanas que han sido realzadas, extrapoladas y adornadas poética y retóricamente y que, después de un prolongado uso, un pueblo considera firmes, canónicas y vinculantes; las verdades son ilusiones de las que se ha olvidado que lo son; metáforas que se han vuelto gastadas y sin fuerza sensible, monedas que han perdido su troquelado y no son ahora ya consideradas como monedas, sino como metal.21

El hombre vive en cierta calma y seguridad mediante la invencible creencia en que este sol, esta ventana, esta mesa son una verdad en sí, gracias al hecho de que se olvida de sí mismo como sujeto. Si abandonara esa creencia se terminaría en el acto su “conciencia de sí mismo”.

Le cuesta trabajo reconocer ante sí mismo que el insecto o el pájaro perciben otro mundo completamente diferente al del hombre y que la cuestión de cuál de las dos percepciones del mundo es la correcta carece totalmente de sentido, ya que para decidir sobre ello tendríamos que medir con la medida de la percepción correcta, es decir, con una medida de la que no se dispone. Pero, por lo demás, la “percepción correcta” —es decir, la expresión adecuada de un objeto en el sujeto— me parece un absurdo lleno de contradicciones, puesto que entre dos esferas absolutamente distintas, como lo son el sujeto y el objeto, no hay ninguna causalidad, ninguna exactitud, ninguna expresión, sino, a lo sumo, una conducta estética, quiero decir: un extrapolar alusivo, un traducir balbuciente a un lenguaje completamente extraño, para lo que, en todo caso, se necesita una esfera intermedia y una fuerza mediadora, libres ambas para poetizar e inventar.22

En la segunda parte de Sobre verdad y mentira en sentido extramoral, Nietzsche convierte su crítica de la verdad en una reivindicación de la vida y del arte, en que a verdad deja de ser el valor supremo y la ilusión creadora se revela como condición de la existencia.

Hemos visto que para el hombre el conocimiento es una ficción útil que mediante los conceptos le ofrece un mundo regular, pero su impulso fundamental hacia la construcción de metáforas le empuja a buscar un nuevo campo para su actividad, y lo encuentra en el mito y, sobre todo, en el arte.

En sí, ciertamente, el hombre despierto solamente adquiere conciencia de que está despierto por medio del rígido y regular tejido de los conceptos y, justamente por eso, cuando en alguna ocasión un tejido de conceptos es desgarrado de repente por el arte llega a creer que sueña.23

El hombre mismo tiene una invencible inclinación a dejarse engañar y está como hechizado por la felicidad cuando el rapsoda le narra cuentos épicos como si fuesen verdades. Con el arte, el intelecto, ese maestro del fingir, se encuentra libre y relevado de su esclavitud habitual tanto tiempo como puede engañar sin causar daño. Jamás es tan exuberante, tan rico, tan soberbio, tan ágil y tan audaz: poseído de placer creador, arroja las metáforas sin orden alguno.

Ese enorme entramado y andamiaje de los conceptos al que de por vida se aferra el hombre indigente para salvarse, es solamente un armazón para el intelecto liberado y un juguete para sus más audaces obras de arte y, cuando lo destruye, lo mezcla desordenadamente y lo vuelve a juntar irónicamente, uniendo lo más diverso y separando lo más afín, pone de manifiesto que no necesita de aquellos recursos de la indigencia y que ahora no se guía por conceptos, sino por intuiciones.24

El conocimiento y el arte son formas de configurar ilusiones. En este punto, Nietzsche distingue el hombre racional del hombre intuitivo. El primero busca seguridad, reglas y utilidad, y construye conceptos fijos, mientras que el segundo vive creativamente, acepta el devenir y transforma la vida en arte.

Hay períodos en los que el hombre racional y el hombre intuitivo caminan juntos; el uno angustiado ante la intuición, el otro mofándose de la abstracción; es tan irracional el último como poco artístico el primero. Ambos ansían dominar la vida: éste sabiendo afrontar las necesidades más imperiosas mediante previsión, prudencia y regularidad; aquél sin ver, como “héroe desbordante de alegría”, esas necesidades y tomando como real solamente la vida disfrazada de apariencia y belleza.25

El hombre racional, guiado por conceptos y abstracciones, solamente conjura la desgracia mediante ellas, sin obtener ningún tipo de felicidad. El hombre intuitivo, que también aspira a liberarse de los dolores, consigue gracias a sus intuiciones, además de conjurar los males, un flujo constante de claridad, animación y liberación. Vive en un estado de juego estético con la realidad: no busca verdades eternas, sino experiencias intensas.

En Sobre verdad y mentira en sentido extramoral, que como hemos visto es una obra de juventud, quedan prefigurados muchos de los argumentos que Nietzsche desarrollará en obras posteriores. Hasta aquí, la verdad es ilusión, tiene un valor moral ni metafísico, sino pragmático. Es algo creado convencinalmente por el hombre porque necesita creer en ella para sobrevivir, no porque sea real sino porque es útil.

 

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1 Sobre esta cuestión, José María Valverde Nietzsche, de filólogo a anticristo, págs. 14-15. Editorial Planeta, SA. Barcelona 1993.

2 Obra de la que tratamos en diferentes posts de este blog, de los que el primero es este.

3 Friedrich Nietzsche El nacimiento de la tragedia. Helenismo y pesimismo. Colección Letras clásicas. Ed. Valdemar. Madrid 2012.

4 Friedrich Nietzsche Humano demasiado humano. 4ª ed. 1983. Editores Mexicanos Unidos, SA. México.

5 Friedrich Nietzsche El viajero y su sombra. 3ª ed. 1978. Editores Mexicanos Unidos, SA. México.

6 Friedrich Nietzsche Aurora. 2ª ed. 1985. Ediciones P.P.P. SA. Madrid.

7 Friedrich Nietzsche La gaya ciencia. Los esenciales de la filosofía. Tecnos. Madrid 2016.

8 Friedrich Nietzsche Así habló Zaratustra. 6ª ed. 1978. El libro de bolsillo. Alianza Editorial.

9 Friedrich Nietzsche Más allá del bien y del mal. Alianza Editorial. Madrid 1983.

10 Friedrich Nietzsche La genealogía de la moral. Tecnos. Madrid 2003.

11 Friedrich Nietzsche El anticristo. 9ª ed. 1982. El libro de bolsillo. Alianza Editorial.

12 Friedrich Nietzsche Sobre verdad y mentira en sentido extramoral. 3ª edición. Tecnos. Madrid 1996.

13 Friedrich Nietzsche Fragmentos póstumos, vol. IV, pág. 222. Tecnos. Madrid 2006.

14 Sobre verdad..., op. cit., pág. 17.

15 id., pág. 18. Aclaro que el hijo de Lessing murió prematuramente.

16 id., págs. 18-19.

17 id., pág. 20.

18 id., pág. 21.

19 id., pág. 23.

20 id., pág. 23-24.

21 id., pág. 25.

22 id., págs. 29-30.

23 id., pág. 34.

24 id., pág. 36.

25 id., pág. 37.

Nietzsche I. La verdad es una invención del género humano para vivir en sociedad

Friedrich Wilhelm Nietzsche (1844-1900), nació en Röcken, Sajonia, entonces perteneciente al reino de Prusia. Era hijo de un pastor protest...