08/03/2025

Schopenhauer I, el principio de razón suficiente



 

Arthur Schopenhauer (1788-1860) nació en Danzig, que entonces formaba parte de Prusia y ahora es la ciudad polaca de Gdansk, en



una familia acomodada de comerciantes. En sus primeros años residió en varias capitales europeas, y tuvo una muy desagradable experiencia al encontrarse con condenados a galeras, lo que le hizo pensar que el mundo se encuetra ocupado por el mal. Aunque su padre le destinaba a seguir la tradición familiar, la temprana muerte del progenitor por suicidio le abrió el camino para estudiar medicina, pero pronto se reorientó hacia la filosofía. Preguntado por la razón que le empujaba a ello, respondió que la vida es un asunto desagradable: he decidido pasarla reflexionando sobre ella. Su incursión en la filosofía hindú le aportó material adicional para el desarrollo de una actitud que le ha valido para que la historia le haya atribuído el sobrenombre de filósofo del pesimismo.

Su tesis doctoral La cuádruple raíz del principio de razón suficiente1, aprobada a los ocho días de ser presentada, le valió una cátedra en Jena, pero al ser publicada tuvo una pobre acogida por los lectores (en diez años se vendieron 150 ejemplares de la edición de quinientos costeada por el autor. El resto fue vendido a peso). En la universidad de Berlín se atrevió a competir con Hegel, el filósofo de moda entonces con su confianza absoluta en la razón, programando sus clases a la misma hora que este, con el resultado de no tener ningún alumno. No tuvo éxito inicial tampoco su obra principal, El mundo como voluntad y representación2, publicada en 1819 con dos adiciones ampliadas en 1844 y en 1859. Solo a partir de 1850, con el fracaso de la revolución liberal de 1848 que sumió a Europa en una oleada de pesimismo, el público comenzó a interesarse por la obra de Schopenhauer, que aunque es extensa, constituye los prolegómenos y el desarrollo de los argumentos expresados en la obra citada.

Su tesis principal es que el mal procede de la voluntad y que el hombre puede liberarse de ella mediante el ascetismo y la contemplación estética. En efecto, el mundo se nos presenta como un fenómeno; como diría Kant, una representación. Pero los fenómenos no se corresponden a la cosa en sí, al noúmeno de Kant, sino a la voluntad universal, que actúa de una manera ciega y sin ningún propósito. Por eso, la voluntad universal es la autora de la miseria y el sufrimiento de los hombres, frente a la cual nos hemos de defender evitando uestros actos de individualidad y egoismo. Con el altruísmo y el ascetismo nos apartamos de esa voluntad, y también mediante la contemplación de las obras de arte, en la que no interviene la voluntad.

En el prólogo de la primera edición de El mundo como voluntad y representación, Schopenhauer presenta un pensamiento único que, asegura, es lo que se ha buscado durante tanto tiempo con el nombre de filosofía3. Dice que, para comprenderlo bien, hay que leer dos veces el libro, hay conocer las obras principales de Kant y hay que leer antes su introducción, que no se contiene en el libro sino en una obra anterior:

La (...) exigencia es que antes que el libro, lea la introducción. Esta no forma arte del presente volumen. Se publicó cinco años antes conel siguiente titulo: De la cuádruple raíz del principio de la razón suficiente, disertación filosófica. Sin el conocimiento y estudio previo de estra introducción es imposible comprender mi libro, que supone lo contenido en ella, como si estuviera colocado al principio de la actual obra. Si no se hubiese publicado algunos años antes, no figuraría aquí como introducción; se hallaría incluída en el primer libro (...).4

Como ya hemos adelantado, esta obra es la tesis doctoral de Schopenhauer, que fue publicada en 1813 y fue objeto de modificaciones y actualizaciones posteriores. Muy en la línea de lo que sería su estilo, en ella Schopenhauer vierte acerbas e incluso satíricas críticas contra Hegel, diciendo, por ejemplo que

un plúmbeo charlatán como Hegel es convertido en gran filósofo.5

En esta obra, Schopenhauer presenta su pensamiento menos típico, exponiendo su epistemología de raíces kantianas sin hablar de lo que más adelante serán sus temas habituales como la voluntad o la miseria de la existencia.

Comienza la exposición citando a Platón y a Kant como promotores de una regla para el método de toda filosofía y aún de todo saber en general, que se conceta en las leyes de la homogeneidad y de la especificación. La primera, citada por Platón, propone mediante la observación de la semejanza y correspondencia de la cosas, formar especies y reunir estas especies en géneros basados en alguna cualidad común, para formar familias y así sucesivamente, hasta llegar a un concepto, el más comprensivo, que los abarque a todos6. La segunda, que encontramos en Kant, implica que la variedad de los seres no debe ser disminuida a la ligera (entium varietates non temere sunt minuendae). Este principio propugna que se separen escrupulosamente los géneros agrupados en la familia, lo mismo que las especies superiores e inferiores comprendidas en tales géneros, sin dar saltos y, sobre todo, que no se confunda una especie inferior y especialmente un individuo con la noción de familia7

Schopenhauer considera que el uso del principio de homogeneidad, con menoscabo del opuesto, conduce a muchos y persistentes errores, y, por el contrario, el uso del principio de especificación permite dar los más grandes y decisivos pasos. Y afirma a continuación que el principio de razón suficiente es el que permite establecer con mayor precisión los vínculos entre elementos para construir una ciencia:

La importancia del principio de razón suficiente es grandísima, porque se le puede considerar como el fundamento de todas las ciencias. Ciencia no es otra cosa que un sistema de conocimientos, es decir, un todo de conocimientos encadenados, en oposición a un mero agregado de ellos. Y ¿quién sino el principio de razón suficiente vincula los miembros de un sistema? Lo que distingue precisamente a una ciencia de un mero agregado, es que sus conocimientos nacen unos de otros como de su propio fin.8

Todas las ciencias contienen nociones de causa, por las cuales están determinados los efectos, y

como la suposición, hecha por nosotros a priori, de que todo tiene una razón es la que nos autoriza a preguntar en todas partes el «por qué», el «porqué» puede ser llamado la madre de todas las ciencias.9

Para enunciar el principio de razón suficiente, Schopenhauer elige el que había propuesto Wolff en los términos siguientes:

Nihil est sine ratione cur potius sit, quam non sit10

que podemos traducir, aproximadamente, como nada existe sin una razón por la que es mejor que sea en lugar de que no sea.

A continuación, Schopenhauer dedica un capítulo a exponer las interpretaciones que se han hecho del principio de razón suficiente por los filósofos. Cita las aportaciones de Platón, Aristóteles, Plutarco, Descartes, Spinoza, Leibniz, Wolff, Baumgarten, Reimarus, Hume, Kant, y algunos más; no olvidemos que se trata de una tesis doctoral, que además fue ampliada más adelante en este punto. Schopenhauer considera insuficiente la exposición hecha hasta ese momento, porque muestra una confusión entre causa y razón de conocimiento que no se aclara hasta Kant, y propone una exposición nueva. Resume la cuestión diciendo que

han sido distinguidas dos aplicaciones distintas del principio de razón suficiente, si bien esto se haya efectuado de un modo gradual y sorprendentemente tardío, y no sin haber con frecuencia incurrido y reincidido muchas veces en confusiones y desaciertos. Las dos aplicaciones eran: una, a los juicios, que para ser verdaderos necesitan una razón: siempre una razón, y otra, a las mutaciones de los hechos reales, que deben tener siempre una causa.11

En los dos casos es evidente que el principio de razón suficiente responde a la pregunta de por qué, pero Schopenhauer evidencia que en esos dos supuestos no se encuentran todos los casos en que nos podemos preguntar por qué. Por ejemplo, se pregunta

¿Por que son los tres lados de ese triángulo iguales? La respuesta es: Porque los tres ángulos son iguales. Ahora bien, ¿la igualdad de los ángulos es la causa de la igualdad de los lados? No, porque aquí no se trata de ninguna mutación, ni, por tanto, de un efecto que deba tener causa. ¿Es solo una razón de conocimiento? No, pues la igualdad de los ángulos no es meramente la prueba de la igualdad de los lados, no es la mera razón de un juicio; (...) pues en el concepto de igualdad de los ángulos no está contenido el de la igualdad de los lados.12

En el ejemplo expuesto no hay ninguna relación de necesidad entre los conceptos o juicios, sino entre lados y ángulos. La igualdad de los ángulos no es una razón inmediata de la igualdad de los lados, sino solo mediata, pues es razón del modo de ser, esto es, de ser iguales en este caso. Si los ángulos son iguales, deben serlo también los lados, lo que define una relación de necesidad entre ángulos y lados, pero no inmediatamente una relación necesaria entre dos juicios13

Si no sirve la explicación tradicional a partir de las dos explicaciones del principio de razón suficiente, es porque este debe de ser más extenso y abarcar otras explicaciones. Está claro que no se pueden reconducir todos los casos en que se aplica el principio de razón suficiente al concepto lógico de principio y consecuencia o a la relación natural de causa y efecto, y es porque, nos dice Schopenhauer, en esta división no se ha debido tener presente la ley de especificación, que implica profundizar en las relaciones entre los objetos. Para ello, es preciso en primer lugar determinar lo que caracteriza al principio de razón suficiente en todos los casos14.

Schopenhauer denomina raíz del principio de razón suficiente a las relaciones que sirven de fundamento al mismo, que se pueden dividir en cuatro grupos, que son las cuatro formas en que todo lo que puede ser objeto de nuestro conocimiento se divide15. Y de esa raíz formada por cuatro elementos o cuádruple es de donde la obra toma el título, que no tiene nada que ver con cierta operación matemática.

La primera clase de objetos de nuestro conocimiento son las representaciones intuitivas, completas, empíricas. Nos dice Schopenhauer que

Son intuitivas, considerándolas en oposición a lo meramente pensado, es decir, a los conceptos abstractos; completas, en cuanto, según la distinción de Kant, no sólo contienen lo formal, sino también lo material de los fenómenos; empíricas, en parte porque no brotan de meras relaciones de pensamientos, sino que tienen su origen en una estimulación de la sensación de nuestro cuerpo sensitivo, al que se refieren siempre para atestiguar su sensibilidad, y en parte porque, conforme a las leyes del espacio, del tiempo y de la causalidad, tomados en su conjunto, se ligan a aquel complejo, sin principio ni fin, que constituye nuestra realidad empírica.16

Se trata de los objetos materiales que constituyen el objeto de las ciencias naturales y que están relacionados entre sí por el principio de causalidad al que Schopenhauer llama principio de razón suficiente del devenir que opera de la siguiente manera:

cuando aparece un nuevo estado en uno o varios objetos reales, debe haber precedido otro estado anterior, al cual sigue regularmente, esto es, siempre, que el primero existe. Tal proceso se llama resultar, y el primer estado se llama causa, y el segundo, efecto. Por ejemplo, si un cuerpo arde, es necesario que al estado de combustión haya precedido antes otro estado: 1) De afinidad con el oxígeno; 2) De contacto con el oxígeno; 3) De determinada temperatura. Puesto que solo en cuanto tal estado existiese debía producirse necesariamente la combustión pero esta solo se ha seguido ahora, quiere decirse que este estado no puede haber existido siempre sólo dadas tales circunstancias podía producirse la combustión y ésta se ha producido, sino que debe haber aparecido solo ahora. Esta aparición se llama mutación; por consiguiente, la ley de causalidad se halla en exclusiva relación con las mutaciones, y sólo se refiere a estas. Todo efecto es, desde que aparece, una mutación, y precisamente porque no había ya aparecido antes, suministra una indicación infalible de otra mutación a él, que con respecto a este se llama causa, pero se llama efecto con respecto a una tercera mutación, que de nuevo le precede necesariamente. Esta es la cadena de la causalidad: cadena que, necesariamente, carece de comienzo.17

La causalidad, que produce las mutaciones o cambios, aparece en la naturaleza bajo tres formas diferentes: como causa, en el más estricto sentido; como excitante y como motivo. La verdadera y esencial diferencia entre los cuerpos inorgánicos, las plantas y los animales reside para Schopenhauer en esa diversidad, no en las manifestaciones anatómicas ni en los caracteres químicos.

La causa, en su más estricto significado, es la que produce exclusivamente las variaciones en el reino inorgánico; por tanto, la que origina aquellos efectos que estudian la mecánica, la física y la química. Sólo a ella es aplicable el tercer principio newtoniano: “acción y reacción son iguales una a otra”, es decir, que el estado anterior  (causa) experimenta una mutación (efecto) igual en magnitud, a la que él ha provocado. Además, solo en esta forma de causalidad el grado del efecto es siempe exactamente proporcionado al grado de la causa, así que por esta se puede calcular aquel, y viceversa.

La segunda forma de la causalidad es el excitante. Esta forma de causalidad rige la vida orgánica en cuanto tal, es decir, la de las plantas y la parte vegetativa, y por eso inconsciente de la vida animal, que es realmente una vida de planta. Está caracterizada por la ausencia de los caracteres de la forma anterior. Por tanto, en ella la acción y la reacción no son iguales, y en ningún modo corresponde la intensidad del efecto a la intensidad de la causa en todos sus grados; antes bien, si la causa se acentúa, el efecto puede convertirse en su contrario.

La tercera forma de la causalidad es el motivo; bajo esta forma la causalidad rige la vida animal propiamente dicha, es decir, el obrar, las acciones conscientes de todo ser animal. El medium del motivo es el conocimiento; la receptividad del motivo implica, por consiguiente, un intelecto. De aquí que la verdadera característica del animal sea el conocer, el representar. El animal se mueve, en cuanto animal, siempre hacia una meta y un fin; por eso debe haberlo conocido, debe representárselo como algo diferente de él mismo y de lo que sin embargo tiene conciencia. Por consiguiente, hay que definir al animal diciendo que es «lo que conoce»; ninguna otra definición le alcanza en lo esencial; es más: acaso ninguna otra es plausible.18

La segunda clase de objetos de nuestro conocimiento son los conceptos abstractos, que forman parte de una facultad exclusiva del hombre que no poseen los animales, los cuales solo tienen percepciones. El hombre tiene ideas abstractas que son representaciones sacadas de percepciones, a las que se ha denominado conceptos, porque cada uno de ellos comprende un número indefinido de cosas particulares en si, ó, más bien, bajo de sí, por lo que viene a ser una suma de ellas19.

Por la aparición de los conceptos abstractos, la motivación recibe también una forma especial. El pensar abstracto es, o un puro razonamiento lógico o toca los límites de las percepciones intuitivas, para establecer el balance recíproco y determinar las relaciones entre los datos de la experiencia percibidos por la inteligencia y las nociones abstractas claramente concebidas por el pensamiento, y poseer así un conocimiento completo. Busca entonces el concepto o regla a que pertenece lo intuitivo, o, por el contrario, trata de aplicar el concepto o regla al caso empírico correspondiente. En esta propiedad consiste la facultad del juicio, en el primer caso, reflexiva, y en otro, comprensiva. El juicio es el mediador entre el conocimiento intuitivo y el conocimiento abstracto, o sea entre inteligencia y razón20

En relación con estos juicios se impone también el principio de razón suficiente, pero como principio de razón suficiente del conocer, principium rationis sufficientis cognoscendi21, que implica que para que un juicio pueda expresar un conocimiento, debe tener una razón suficiente, y a causa de esta propiedad se le atribuye el carácter de verdadero. La verdad es entonces la relación de un juicio con algo diferente de él, que se llama su razón o fundamento, que es susceptible de agruparse en cuatro especies, con arreglo a las cuales es diferente también la verdad que cada juicio contiene22. Son:

La verdad lógica:

Un juicio puede tener por razón otro juicio. Su verdad es entonces lógica o formal. Queda por decidir si también contiene una verdad material, y depende de si el juicio en que se apoya tiene verdad material o si la serie de juicios en que se funda conduce a un juicio de verdad material. Tal fundamentación de un juicio por otro nace siempre de una comparación con este otro: esto acontece, ora directamente en la mera conversión o contraposición de los mismos; ora por adjunción de un tercer juicio, con o que de la relación de los dos últimos entre sí resulta la verdad del juicio que hay que fundar. Esta operación es el silogismo completo.23

La verdad empírica:

Una representación de la primera clase, esto es, una intuición adquirida por medio de los sentidos, y, que es por eso experiencia, puede ser razón de un juicio: entonces el juicio tiene verdad material, la cual en este caso en que el juicio se funda inmediatamente en la experiencia, es verdad empírica.24

La verdad trascendental:

Las formas del conocimiento intuitivo empírico, residentes en el entendimiento y en la sensibilidad pura, pueden ser, como condiciones de la posibilidad de toda experiencia, razón de un juicio, el cual es entonces un juicio sintético a priori; pero como un juicio de esta clase tiene verdad material, es una verdad transcendental, porque el juicio estriba no meramente en la experiencia, sino también en las condiciones de la posibilidad total de la experiencia, que residen en nosotros. Pues es determinado precisamente por aquello por lo que es determinada la experiencia, a saber: o por las formas del tiempo y del espacio, intuídas por nosotros a priori, o por la ley de causalidad, conocida por nosotros a priori. Ejemplos de tales juicios son proposiciones como las siguientes: Dos líneas rectas no encierran ningún espacio; nada sucede sin causa; 3 X 7 = 21; la materia no puede nacer ni morir.25

La verdad metalógica:

Finalmente, también las condiciones formales de todo pensar residentes en la razón, pueden ser la razón de un juicio, cuya verdad es entonces de tal índole que yo creo que el mejor modo de designarla es llamarla verdad metalógica (...). De tales juicios de verdad metalógica solo se dan cuatro, que han sido hallados hace mucho tiempo por inducción, y sido llamados leyes de todo pensamiento, si bien no hay aún plena unanimidad tanto en lo que hace a sus formulaciones cuanto en lo que toca a su número, aunque exista un perfecto acuerdo en lo que deben generalmente designar. Son los siguientes: 1) Un sujeto es igual a la suma de sus predicados, o a = a; 2) Ningún predicado se pede afirmar y negar a la par de un sujeto , o a = - a = 0 ; 3) De dos predicados opuestos contradictoriamente, uno de ellos debe convenir a un sujeto; 4) La verdad es la relación de un juicio con algo fuera de él, que es su razón suficiente.26

La tercera clase de objetos para la facultad representativa la constituye la parte formal de la representación total, es decir, las intuiciones a priori de las formas de la sensibilidad interior y exterior, el tiempo y el espacio27. La naturaleza del espacio y del tiempo implica que cada una de sus partes está en relación con la otra, de modo que cada una de ellas está determinada y condicionada por otra. En el espacio, esta relación se llama posición, y en el tiempo, sucesión28.Estas relaciones son peculiares y distintas de todas las demás relaciones posibles de nuestras representaciones, por lo que ni la razón ni la inteligencia pueden percibirlas por medio de meros conceptos: única y solamente la pura intuición a priori nos las hace inteligibles. A esta ley, según la cual las partes del espacio y del tiempo se condicionan unas a otras, Schopenhauer la denomina principio de razón suficiente del ser, principium rationis sufficientis essendi29. Ya hemos dado más arriba un ejemplo de esta relación en el nexo entre los lados y los ángulos de un triángulo, y allí se demuestra que ésta relación es completamente distinta de la de causa y efecto y de la de principio y consecuencia, por lo que aquí se puede llamar razón de ser, ratio essendi.

La cuarta clase de objetos de la representación comprende un único elemento para cada individuo, el yo como objeto de volición:

el objeto inmediato del sentido interno, el sujeto de la volición, que es objeto para para el sujeto cognoscente es objeto, y , a decir verdad, sólo se da en el sentido interno, y por eso solo aparece en el tiempo, no en el espacio, aparece, y también, como veremos, con una importante limitación.30

Hay que partir de que todo conocimiento supone inevitablemente sujeto y objeto. De aquí que la conciencia de nosotros mismos no se nos presente sencilla, unida, sino dividida, como ocurre en la conciencia de las demás cosas, es decir, en la facultad intuitiva), en un conocido y un cognoscente. Aquí se nos aparece ahora lo conocido completa y exclusivamente comovoluntad. Según esto, el sujeto se conoce a si mismo sólo como volente, no como cognoscente,

pues el yo como representación, el sujeto del conocimiento, no puede nunca llegar a ser representación u objeto, puesto que, como correlativo necesario de toda representación, es condición de la misma. En palabras de Schopenhauer:

A la objeción: «Yo no sólo conozco, sino que sé que conozco», respondería yo: Tu saber del conocer difiere de tu conocer solo en la expresión. «Yo sé que conozco», no quiere decir otra cosa sino: «Yo conozco», y esto, así, sin más determinación, sólo quiere decir «Yo».31

La conclusión de lo expuestoes que el sujeto del conocer no puede ser conocido, es decir, no puede ser objeto o representación. Pero como todo conocimiento, con arreglo a su esencia, supone un conocido y un cognoscente, así lo conocido en nosotros no será el cognoscente, sino el volente, el sujeto del querer, la voluntad32. En este punto, el sujeto del querer es para nosotros un objeto.

Un acto de la voluntad se produce por el motivo, que consiste en una mera idea. La motivación es la causalidad, vista por dentro:

Esta se nos presenta aquí de una manera completamente distinta, en otro medio distinto,para otro modo de conocer absolutamente diverso: por eso es menester exhibirla como una forma especial y peculiar de nuestro principio, que aparece como principio de razón suficiente del obrar, principium rationis sufficientis agendi, o más breve, como ley de la motivación.33

En síntesis, la tesis de Schopenhauer es que todo debe tener una razón o causa de ser, pero esta afirmación solo es válida para las relaciones entre fenómenos sin alcanzar al noúmeno o realidad metafenoménica, porque no puede ser un objeto para el sujeto.

______________________________________________________________

1 De la cuádruple raíz del principio de razón suficiente. Editorial Gredos, SA. Reimpresión de la primera edición de 1981. Madrid 1998.

2 El mundo como voluntad y representación, vols. I y 2. Ediciones Orbis. Barcelona 1985.

3 El mundo..., op. cit., vol. I, pág. 9.

4 id., pág. 10.

5 El mundo..., op. cit., pág. 26.

6 De la cuádruple..., op. cit., pág. 29.

7 id., págs. 29-30.

8 id., pág. 32.

9 id., pág. 33.

10 id.

11 id., pág. 57.

12 id., págs. 57-58.

13 id., pág. 58.

14 id., pág. 59.

15 id., pág. 60.

16 id., pág. 61.

17 id., pág. 68.

18 id., págs. 84-85.

19 id., pág. 149.

20 id., pág. 156.

21 id., pág. 158.

22 id., pág. 159.

23 id., págs. 159-160.

24 id., pág. 161.

25 id., págs. 161-162.

26 id., págs. 162-163.

27 id., pág. 189.

28 id., pág. 190.

29 id.

30 id., pág. 202.

31 id., pág. 203.

32 id., pág. 205.

33 id., pág. 208.


San Agustín de Hipona: el tiempo

Durante las pasadas semanas, con ocasión de la exaltación al Papado del cardenal Prevost, se ha hecho referencia a su condición de religio...